Te acabas de ir, y pienso en la rutina de mañana. Ya que no estás, me tomaré los últimos minutos del día para mi. Sin embargo, me esperaba una sorpresa, una traición común en mi vida, realizada desde mi mente a mi mente.
Nervios, tensión, ansiedad, la mezcla fatal para el sueño plácido, llegó a su efecto más alto, provocando en mí esa terrible desesperación, que alimenta a su vez una mayor desesperación, transformándose en una tormenta de sentimientos, de rarezas, de una distorsión de la percepción vital, una sobrecarga de tiempo y espacio para lo que aguanta un solo minuto.
Pero estás ahí.
Y gracias a ti tendré mis horas de paz. Mi único mérito, es tener la idea de llamarte.
martes, octubre 10, 2006
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