Otra vez lo mismo.
¿No me entendiste?, traté de ser suave, traté de ser razonable; traté de entenderte, traté de creerte; pero nuevamente me aparece una sorpresa desagradable. Tan cercano a mi, y aún no puedes respetarme en ese mínimo; capaz de nunca acercarte con violencia, capaz de siempre respetar mis opiniones, de valorar mis logros, y no eres capaz de respetar lo único que te he pedido con total insistencia. Me siento como una estatua, que ve pasar el tiempo y escucha cada problema sin ser capaz de entregar una solución, obviando inteligencia y resolutividad, obviando razón y sentido común, por el mero hecho de no tener voz. Qué lástima.
Sin dañar a nadie que lo merezca, sin ser capaz de involucrar a quienes realmente tienen la culpa de esto, sólo me queda mirar hacia adentro, y seguir mi camino, pensando en que esa mano que me apoya en la espalda realmente no está ahí.