viernes, abril 14, 2006

La espera eterna...

Son las 3 p.m.
No las 3 a.m. como el título de mi blog dice, pero les aseguro que el 99% de las ideas escritas aquí rondan mi cabeza alrededor de esa hora.
El último post que escribí lo escribí con un estado de ánimo muy cargado. Tanto que tuve que salir de mi casa a mirar la puesta de sol para desconcentrarme. Obviamente eso no resultó, pero bueno, quizás hubiese sido peor si no hubiese salido. Me auto-responderé con esto.
Yo siempre espero el día que no llega. Porque para mí, y para mi desgracia, el cambio nunca es brusco. Mi concepto de cambio de un día para otro no funciona. Y eso es causa o efecto de mi mala voluntad para vivir. Y para hacer cosas. Me explico. Todos los domingos de mi vida pienso en que al otro día cambiará el mundo, radicalmente, nada poco, nada temporal, sino que de un momento a otro la vida tomará un rumbo distinto; aquí no hay intermitentes ni luces de freno, el cambio es rápido, casi imperceptible, pues ocurrirá dentro de las pocas horas de sueño que suelen existir entre que duermo y despierto entre un domingo y un lunes (lunes y lunes para ser más preciso). Quizás debido a lo mismo es que duermo tan poco en esa noche, casi siempre cargada de ansiedad.
Y despierto el lunes. Esperando despertar temprano, feliz, tomar desayuno, salir temprano, tomar apuntes, y hacer todo lo que defino como estabilidad cuerpo-mente-alma. Y no poh. Nunca pasa. Es como un salto hacia esa ansiada estabilidad, afectado muy tempranamente por la gravedad que implica lo inviable de esa velocidad de cambio, porque es difícil arreglar el mundo en un día.
Así que no resulta de esa forma. Pero los cambios paulatinos no son mis amigos, porque no soporto la espera para nada. Mi filosofía de vida es que los problemas se solucionan antes de cerrar los ojos. No puedo dormir con problemas grandes. Ni medianos. Ni la mayoría de los problemas chicos. En fin, creo que hay áreas de madurez que aún no alcanzo, y sería bueno comenzar a pensar en que pequeños esfuerzos sí valen la pena y sólo el tiempo se encarga de hacer sumas; me acabo de dar cuenta que cualquier cambio positivo en la vida, que ocurra de la noche a la mañana, si bien puede ser real jamás será estable.

viernes, abril 07, 2006

Será el principio del fin...

Me espera un cambio grande.
No sé si será para bien o para mal, pero de seguro viene. Lo presiento. A veces pienso que nunca va a ocurrir. Pero esta vez tengo un presentimiento fuerte.
Será el día que la costumbre se rompa. Algo verdadero, auténtico, es lo que comenzaré a vivir. Pero no sé por dónde viene. Lo que me provoca más incertidumbre. No puede pasar inadvertido, pero no puede definirse fácilmente. Ni siquiera difícilmente.
Nadie lo va a entender, pero creo que en algún momento, quizás muy próximo, seré capaz de explicarlo.

sábado, abril 01, 2006

Salió el sol...

Después del frío que hizo en la mañana, al mediodía y en gran parte de la tarde, salió el sol.
Y me dieron ganas de salir a pasear. Cuando termine de escribir por aquí.

Ayer se me ocurrió algo genial para escribir, pero lástima que esa idea-ideal llegó a mi mente a las 2 de la mañana, hora a la que me daba demasiada lata prender el computador. Bueno, es lo que hay. Qué les cuento. Me he vuelto una persona bastante reflexiva comparada con lo que era antes; algunos lo habrán notado, otros probablemente nunca lo notarán. Hasta me vino la conciencia política, social, y todas esas mulas. Sigo pensando que es mula, aunque ahora siento que no puedo arrancarme de ella. Ha.

A mi me cuesta enormemente empatizar con la gente rara. Y cuando uno siente que tiene que abrirse al mundo, se encuentra con mucha gente rara, para el concepto personal obvio. Y por algún motivo yo siempre siento rechazo hacia esa gente que está fuera de los parámetros normales de comunicación, "buenas costumbres", limpieza, capacidad intelectual y demases. Me incomoda eso, porque hay gente con la que tengo que convivir (no a diario) que cae dentro de aquella categoría. Cuesta pensar que haya gente tan distinta. Tan cochina, o tan tonta, tan solitaria, objetivamente medidos, no van conmigo. Pero no me gusta, me sentiría mejor aceptando a todos antes que ser en cierta forma discriminador; en todo caso no es algo realmente intencional, es de esas cosas que simplemente me nacen. Nada más.

¿Por qué escribo sobre esto? Me cuesta comportarme en un hospital donde hay un gran porcentaje de personas distintas, donde más de alguien va a caer en mi categoría de raro. Y ahora estoy pensando en cómo voy a superar eso; lo he mantenido a raya desde que me instalé por primera vez en un hospital, pero ahora mi conciencia reflexiva no desea convivir con eso.

Y para eso, saldré a pasear.