domingo, junio 01, 2008

La única diferencia...

Ayer en esas conversaciones de sábado por la tarde, te dije que habías cambiado.
Me cuestioné también, sobre qué había cambiado en mi.
Varios kilos más, algo más de experiencia, bastantes más rabias, una que otra pelea, problemas más, problemas menos, alegrías más y alegrías menos. La SOCEM, el último año. Mi papá. Mis hermanos. El Congreso. En fin, tiempo ha pasado desde que nos conocimos, en circunstancias tan distintas a nuestra realidad que difícilmente se cree. Y se lo contamos con gracia al que viene detrás en el auto.
Así que yo no tengo corazón. No creo no tener corazón; yo sé que jamás me crees lo que siento por alguien que no sea cercano a mi, pero también siento compasión por la gente que sufre, por la gente enferma, en un sistema que es malo-malo, con gente fría-fría dando vueltas por un lugar tétrico-tétrico. A mi también me dan penas las cosas. Aunque bromee y sea cruel, aún así, más de una lágrima he derramado por una persona x, que ya no lo es (o era) tanto.
Pero igual. Esa es una gran diferencia. ¿Será la única quizás?
Será la carrera, porque no habría sido una sino miles de lágrimas derramadas al ver tanto sufrimiento. Y la investigación, y los trabajos, y la competencia, y todos quieren ser mejores que el de al lado, y algunos te estiran la mano pero otros te empujan al vacío. Me carga tanto, sabes. Te vuelve frío. Y si en algún momento una lágrima tuya o de algun consanguíneo era inevitablemente equivalente a una mía, y ya no pasa, esa es la única diferencia: doctor, tengo todos los síntomas de un trozo de hielo en mi corazón; y no quiero morir indiferente.

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